Dejamos la Autopista Arco norte de la Ciudad de México
para subirnos a la carretera México – Puebla. Tras negociar una pequeña subida
levanto la vista y la veo. Está parada en el acotamiento, pero no hace señal de
pedir raite. En cambio, saluda alegremente a los tráilers que pasan. Tampoco trae
equipaje, sólo una bolsa de mano. Yo vengo por ese mismo acotamiento, así que
será inevitable como mínimo pasar cerca de ella. Volteo para atrás en busca de
mi compañera Mari, pero no la veo, debe de estar al otro lado de la subida. La
mujer sonríe cuando hacemos contacto visual a la distancia, y cuando estoy más
cerca, se para de brazos y piernas abiertas ocupando todo el acotamiento, en
una clara y graciosa señal de que me detenga, lo cual yo de todos modos iba a
hacer.
Ella: ¿Qué estás haciendo?
Yo: Viajo en bici por el país. ¿Y tú?
Ella: Daaah, pues trabajando, ¿qué no ves?
Yo, como a toda persona que conozco en el camino, quiero
hacerle preguntas sobre sí pero ella me gana el tiro y me cuestiona sobre mi
forma de viajar, y no me cree que vengo de donde vengo. Para este momento ella
ya no está en la posición de estrella que adoptó para obligarme a detenerme, y
yo, aunque me bajé del asiento, estoy parado con la bici en medio de mis
piernas. Mientras yo estoy hablando, de repente ella se acerca y pone su mano
en mi entrepierna. Pero no fui yo el único que se llevó una sorpresa. Ella pone
cara de sorpresa también (es en éste momento cuando Usted, lector@, saca sus
conclusiones sobre el porqué de su sorpresa. No se preocupe, la respuesta viene
después de que se cierre el paréntesis), y me dice “¡Uy! ¿Y éste lo dejaste en
Hermosillo o qué pasó?”. Yo le explico que debajo traigo un shorts de ciclismo
que tiene un colchoncito para hacer un poco más cómodo el estar sentado sobre
la bici durante horas (para quien no esté familiarizado con esto, básicamente deja
al ciclista viéndose como el Ken de la Barbie) y que por eso su mano no
encontró nada. Esto no le impide a Ella seguir buscando durante un par de
segundos más mientras le explico, hasta que de pronto quita la mano y me dice “¿Esa
es tu novia? Se va a enojar”. Volteo y la Mari, quien no vio nada de lo que
pasó, viene bajando y se acerca a nosotros, y cuando llega Ella le hace las
mismas preguntas que a mi, excepto que no le agarra nada. Al despedirnos Ella
me dice que la lleve conmigo, luego Ella misma se responde diciendo que ya
traigo demasiadas cosas. En la noche, mientras cenamos, le cuento a Mari lo que
pasó, y me felicita por haber tenido “acción” durante el camino.
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Yo no lo sabía en ese momento, pero gracias a una (nada)
minuciosa investigación (puse en Google “prostitución carretera”) descubrí que Ella
pertenece a un grupo de mujeres que ejercen la prostitución de éste modo: en
las carreteras de México, sobre todo en el tramo México-Querétaro y
Puebla-Tlaxcala. Su principal objetivo son los conductores de tráiler, quienes
han pasado a convertirse en un grupo de alto riesgo de contagio del VIH. Operan
por cuenta propia, o sea, sin padrote o madrota, pero eso no les evita que
alguien se beneficie de su trabajo. El poli culero quien, refugiado en el limbo
legal en el que se encuentra la prostitución (no es delito, pero tampoco es
derecho ejercerlo, sino más bien una falta a la moral) saca pa la cena amenazando
y extorsionando a éstas mujeres. Para quien quiera saber más, le dejo el link
al videíto que hizo la UAQ al respecto:
Wee, me dio cura pero a lo último no, :c
ResponderEliminarJuego con tus sentimientos. Primero be like "lol" y luego ya no lol. xoxo
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