domingo, 30 de diciembre de 2018

Houston, tenemos un problema (De Monticello a Mexican Hat, EEUU, 12-18 Oct 2018)


Esta historia es continuación inmediata de la anterior, que puedes encontrar en: Perros de Reserva (De Monticello a Bluff, Utah)


Al volver a Monticello vamos directamente a Roam Industry, la tienda de Dustin, con la intención de arreglar el problema de Keanu lo más pronto posible y seguir andando. Quizá deba recordar que mi estadía en este país está limitada por cuestiones de visa, así que cada día de no avanzar es un día perdido. Dustin se dispone a instalar el nuevo desviador en la bici mientras Keanu está afuera tratando de resolver cuestiones de dinero por medio de su teléfono. Yo me entretengo en lo que sea tratando de no pensar en el hecho de que estoy de vuelta en el mismo lugar que dejé hace tres días, pero Dustin me saca de mi ensimismamiento cuando me habla para mostrarme algo. Al llegar a él no me dice nada, sólo me señala un punto en el cuadro de la bici cercano al centro de los pedales. Lo que veo me aterra y me daría pesadillas en las semanas por venir: un pedazo de tubo donde la pintura había sido raspada que deja expuesto el aluminio del cual está hecho la bici, y en el centro, un agujero del tamaño y forma de una hormiga grandota. Keanu, de alguna manera, había serruchado con la cadena a través del metal, haciendo que su bici se volviera un peligro sobre ruedas. Volteo hacia afuera y lo veo de espaldas sentado en la banqueta, con la cabeza baja y el gorro de la chamarra puesto. La situación me parece aún más terrible cuando me doy cuenta que soy yo quien debe darle la mala noticia.

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Tomo uno de los muffins que hay en la cafetería y salgo y me siento junto a él sin decir nada, me es evidente que ha estado llorando. Parto el muffin en dos y le digo un muy mal equivalente en inglés de la expresión mexicana “Las penas con pan son menos”. Keanu me cuenta cómo le está cayendo todo el peso de la realidad de su situación, lo difícil que han sido los últimos días con las cosas que le han pasado, y sobre todo, el hecho de que ya no tiene dinero. Me agradece todo lo que he hecho por él y se disculpa por ser una carga, pero que sin embargo, prefiere morir antes que devolverse a casa. Ahí es cuando le paro su pedo y le digo que lo último que necesito es un cadáver junto a mí porque no tengo tiempo para las cuestiones jurídicas correspondientes. Keanu ríe un poco mientras se talla los ojos, y entonces simplemente le digo lo que vine a decirle: “Dustin encontró un agujero en el cuadro de tu bici, no puedes seguir usándola en ese estado, es muy peligroso.” Después de un momento de silencio, ambos entramos a la tienda para ver la perforación. Dustin y Tyler están ambos en silencio, el aire se siente casi casi como de sala de hospital. Keanu se acerca a su bici y entre todos tratamos de imaginar cómo es que eso fue a suceder, qué fuerzas son necesarias para atravesar un cuadro con una cadena, y sobre todo, qué opciones hay para Keanu. Por lo pronto, Dustin nos ha ofrecido un lugar en su casa para pasar la noche mientras vemos qué hacer. También ha conseguido un trabajo para Keanu, ayudándole a su papá a levantar un cerco caído. Keanu se va y regresa unas horas después con algo de dinero en mano, y mientras él no estuvo, un amigo de Dustin y Tyler que se enteró de la situación ha ofrecido también pagarle a Keanu por ayudarle con algo en su patio. También, como si fuera cualquier cosa, menciona que tiene varias bicis en su patio y que, como parte del pago por su trabajo, Keanu puede ver si hay alguna que le sirva y tomarla. Al final del día, Keanu tiene algo de dinero y, muy, muy inesperadamente, una bici bastante decente para lo que estamos haciendo. Entre Dustin y yo ideamos un plan para equipar la nueva bici, pero le ponemos a Keanu una condición: vamos a revisar su equipaje y tiene que deshacerse de lo más que pueda, porque cargar una nueva bici con la misma cantidad de peso quizá resulte en los mismos problemas que ha tenido hasta entonces. Más tarde, Dustin y yo vamos por cosas para hacer cena y durante el camino ambos expresamos lo mucho que nos emociona el proceso de convertir a Keanu en un “verdadero” bikepacker.

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El día siguiente se nos va poniendo la nueva bici de Keanu a trabajar y liberándolo de todo equipaje que creemos que no necesita. Keanu no está muy contento de vernos felices de este proceso, pero acepta casi todo lo que se le aconseja. Yo no dejo de pensar en que, a pesar de la situación, es muy afortunado de tener a personas tan dispuestas a ayudarlo a seguir su camino. Al final del día logramos reducir su equipaje probablemente a la mitad del peso de lo que era antes, y lo demás se va en una caja por correo. Contentos del resultado obtenido, nos vamos a descansar para mañana, ahora sí (o eso espero) continuar con nuestro camino.

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Después de desayunar nos despedimos de Tyler y Dustin y rodamos por la carretera hacia Blanding, 30 km al sur, desde donde tomaremos rumbo al oeste por una terracería que debería estar transitable, llevándonos por el Parque Nacional Bears Ears y después a Natural Bridges, un lugar con formaciones geológicas que me interesa ver. Todo el trayecto no dejo de pensar y agradecer a los muchachos de Roam Industry por haber ido más allá de lo que deberían para ponernos de vuelta en el camino.

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En cuanto giramos hacia el oeste el camino empieza a adentrarse en las montañas, hace un clima perfecto para estar al aire libre y yo no podría estar más contento de volver a ponerme en movimiento.

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Un letrero nos anuncia que hemos entrado a territorio de los indígenas Ute o “yutas”, a quienes este estado debe su nombre. El letrero también anuncia que está prohibido cazar y acampar, lo cual me preocupa porque el sol ya ha empezado a bajar pero un par de horas después hay otro letrero que avisa que hemos salido del territorio Ute, por lo cual asumo que ahora podremos acampar sin problema. El atardecer coincide con una señal en el mapa que indica que de ahí en adelante es pura subida, y para no acampar en mayor altitud donde haga más frío, decidimos echar nuestro tendido detrás de unos pinos no muy lejos del camino. Después de cenar burritos de frijoles a la leña y con un cielo sin una nube a la vista decido no poner la casa de campaña e irme a dormir con la cara directa al cielo, eso sí, con toda mi ropa invernal puesta. Al acostarme me doy cuenta de que la Vía Láctea está sobre mí y siendo una noche sin Luna, el espectáculo estelar hace que se me quite el sueño y paso la siguiente hora viendo las estrellas y oyendo el tronar de los últimos leños en la fogata, hasta que sin darme cuenta me quedo dormido.

Tiempo después despierto de una pesadilla. Alguien encajaba un cuchillo en mi costado izquierdo pero estaba oscuro y no podía ver nada. Al recobrar consciencia me doy cuenta que ese lugar me duele porque estoy acostado arriba de mi codo. Estoy completamente metido dentro de mi sleeping, y me asomo para tener una idea de qué hora es. Sigue oscuro. Aún con mi terrible miopía alcanzo a ver que la Vía Láctea está ahora en el horizonte. Me cambio de lado y me vuelvo a dormir.
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Despierto de nuevo, esta vez después de soñar que un amigo tiene dos hijos. De dos mujeres diferentes. Me parece gracioso, aunque siento lástima por los niños. De haber soñado que eran míos entonces no me parecería gracioso y lo consideraría la segunda pesadilla de la noche. Esta vez el horizonte está amarillo-naranja, y ya no tengo sueño, así que asomo la cabeza para presenciar el espectáculo del amanecer. Estiro el brazo para alcanzar mi cámara y aún dentro del sleeping tomo un par de fotos. Ya no hace tanto frío como anoche. Y ya no veo sentido en seguir dentro del sleeping así que me salgo, me pongo los tenis y echo unas ramitas secas a las brasas que quedan de la fogata de anoche. Un par de soplidos y las llamas despiertan. Keanu también despierta y sin decir nada ambos empezamos el ritual de preparar desayuno: una taza con agua va al fuego que después será usada para preparar avena con plátano, mientras comemos mandarinas. Ambos estamos de acuerdo que este es uno de los mejores lugares en los que hemos acampado, aunque ya son varias veces que he dicho lo mismo de otros lugares.

Después de desayunar y recoger el tendido, cargamos las bicis y salimos al camino. Keanu decide que va a ponerle sellador a sus llantas en vista de que ayer pasó por encima de un cactus y su llanta frontal amaneció baja. Un poco tarde para ello, pienso yo pero sin decirlo. Nunca lo ha hecho, así que aquí va otra clase de mecánica de bicis en medio de la nada, cuando deberíamos estar rodando. Aire fuera, válvula fuera, sellador adentro, válvula adentro, aire dentro. No debería de tomar más de 15 minutos. Pero Keanu encuentra la manera de romper la válvula, desperdiciando sellador y cámara nueva. Así que ahora tiene que quitar la rueda, quitar la llana, sacar la cámara, bla, bla, bla. Sus groserías se pierden entre las montañas mientras yo escribo esto para distraer la mente y no explotar. Después de un rato lo veo inflando la llanta con la nueva cámara adentro, señal de que ya deberíamos irnos pronto. Pero otra grosería sale de su boca. “¿Y ahora qué?”, le digo. Su nueva cámara tiene una fuga. “¿Checaste la llanta por dentro antes de poner la nueva cámara?”. No lo hizo. Pero un rápido análisis prueba que no fue por eso, sino que al poner la nueva cámara la pellizcó con la palanquita.

Así que guardo mi cuaderno y pluma y voy hacia él y le digo, “Sólo pon la cámara nueva y vámonos, después arreglamos esa”.
-¿Cuál otra? Ya no tengo otra.
-WHAT?! ¿Sólo trajiste una de repuesto?
-Sí.

Como diría todo maestro, Keanu fue a la guerra con sólo un cartucho (o algo así). El agujero en la cámara es grande pero creo que tiene solución, así que agarro un parche y le digo que limpie el líquido sellador de la zona del agujero; las posibilidades son bajas pero dadas las circunstancias no queda más que intentar.

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Mientras estamos en eso, pasa un vigilante de parque nacional. Se detiene y se baja de la troca y sonriendo nos pregunta si estamos bien y que si dónde acampamos. Le doy una respuesta un poco vaga porque no estoy seguro de que esté permitido acampar donde lo hicimos, pero él no pregunta más y tras preguntarnos a dónde vamos, nos desea buen día, se sube a su troca y se va.

Le damos al parche quince minutos para sellar, y esta vez soy yo el que pone la cámara, porque con el estado emocional en que se encuentra Keanu, no dudo que la vuelva a ponchar, aunque tampoco es que yo me encuentre en mucho mejor estado de todos modos.

Una vez que la cámara está adentro, inflo la llanta pero sólo a la mitad, porque considero que es mejor usarla así por un rato en vez de inflarla al máximo para darle chanza al parche de terminar de pegar. Le digo a Keanu que mueva todo el peso posible hacia adelante y empezamos a movernos. Han pasado más de dos horas desde que decidió echarle sellador a sus llantas.

El camino se convierte en un zigzag en ascenso. Después de pedalear un rato, aprovecho un trecho plano para esperar a Keanu, quien aparece algunas galletas después. Mi tolerancia al esperar ha rebasado su límite. Verifico que su llanta sigue igual que hace una hora y de mala gana le paso mi bomba de aire y le digo que la infle al máximo. Mientras él bombea le pregunto si tiene un plan en caso de que eso falle y si tengo algo que él necesite si acaso nos separamos. A lo primero responde que sí y a lo segundo que no. Recupero mi bomba, monto mi bici, y empiezo a pedalear; Keanu sabe a dónde voy, y puede encontrar la manera de alcanzarme si quiere.

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El ascenso continúa y cada curva revela sólo más subida. El esfuerzo físico me distrae de la mezcla de enojo y preocupación que me causa haber dejado atrás a mi amigo y por primera vez en mucho tiempo avanzo concentrado sólo en seguir adelante sin voltear atrás. Me muevo a 4 km/h, daría lo mismo si estuviera caminando pero me rehúso a bajarme de la bici. Me convierto en mi propio entrenador de crossfit y me grito a mí mismo todo tipo de cosas para motivarme y seguir andando. Después de una hora estoy ya entre pinos pero el camino sigue ascendiendo, y yo empiezo a sentir que necesito algo de comer pero no me quiero detener hasta que la subida termine, aunque a esta altura empiezo a dudar de que eso vaya a pasar.

En eso estoy cuando una troca se me empareja y una sonrisa familiar me saluda desde el asiento del copiloto. Keanu y su bici han sido recogidos por un señor de cabello blanco quien me observa con expresión inquisitiva pero yo digo “¡Te veo en la cima!”, tras lo cual la troca acelera y vuelvo a quedarme solo.

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Después de un total de hora y media de pedalear de subida aparece un pequeño valle y Keanu está sentado en el suelo. Me detengo y me tiro en el suelo a medio morir, pero empiezo a sentir frío en clara señal de que tengo el azúcar baja por el esfuerzo. Me lleno la boca de naranjas, plátanos y barritas, mientras siento que mi cuerpo y mi mente están en un estado extraño, pero agradable. Keanu me dice cosas y yo respondo vagamente sin realmente estar poniendo atención, sólo me enfoco en disfrutar el proceso químico sucediendo dentro de mi cuerpo, y la satisfacción de haber logrado esa subida. Una voz dentro de mí me pregunta “¿Y qué ganaste con esto?” pero yo me la espanto como mosquito y le digo que estoy ocupado.

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Después de recuperar energías es hora del descenso. Una corta sección plana primero nos lleva al par de cerros que le dan nombre a esta zona: Bears Ears, Orejas de Oso. El camino pasa por en medio de ambos, para después dar vista a un valle y al camino que nos lleva a la carretera que va al parque Natural Bridges, nuestro próximo destino. Bajando a una velocidad que a veces topa los 50 km/h la sangre se me llena de adrenalina y a ratos olvido que traigo una bici cargada de cosas que rebotan por todos lados, hasta que aparece el pavimento. Me detengo y agarro aire y mi cara se llena de sonrisa mientras pienso que la subida valió la pena, siempre valen la pena.

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Después de un corto tramo de carretera llegamos al Centro de Visitantes del Natural Bridges National Monument donde confirmamos que hay agua aunque todos los lugares para acampar están llenos, lo cual significa que tendremos que volver por donde vinimos y hacer acampada libre. No es una buena noticia. Estoy ya muy cansado y pedalear de regreso no me entusiasma para nada, pero aún tengo que aprovechar los últimos rayos de sol para ver los famosos puentes naturales por los cuales vine aquí, un circuito de 15 km. Keanu me pregunta si lo quiero hacer completo y aunque dudo, sé que si no lo hago me voy a sentir mal después, así que le digo que sí y que si quiere me puede esperar aquí. Lo piensa un segundo y dice que vendrá, así que vamos y vemos los puentes por un camino con más subidas de las que me gustaría.

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Al salir volvemos al Centro de Visitantes para rellenar nuestra agua y luego cubrir los 7 km hasta donde vamos a acampar, que, de nuevo, es de subida. Al llegar al camino que buscamos me adentro un poco entre los árboles para buscar un espacio plano donde podamos acampar, elegimos un espacio, hacemos un fuego y mientras la cena se cocina, cada quién hace su tendido. Sabemos que hay pronóstico de ligera lluvia para esta noche, así que ambos ponemos nuestros techos, y después de cenar, nos vamos a dormir. Yo planeo leer antes de dormirme pero lo único que logro es quedarme dormido con los lentes puestos, que poco después me quito para volverme a dormir.

Despierto, creo que después de medianoche, por el ruido de cosas moviéndose. Está lloviendo, y oigo a Keanu maldecir y llorar. No suena nada ben. Me pongo mis lentes y descubro que mi casa está hecha una alberquita y algunas de mis cosas están mojadas. Pongo a salvo la cámara, celular y libro y hago un espacio para Keanu; es obvio que algo pasó con su tendido y por lo que logro escuchar, debe de estarse mojando. “¡Traite tus cosas para acá!”, le digo entre el sonido de la lluvia, pero él responde que está todo mojado y no quiere mojar mis cosas. No puedo volver a dormir por pensar en qué va a hacer hasta que eventualmente parece acomodarse y la lluvia me arrulla de nuevo.

Me vuelvo a despertar ya por la mañana y hay una luz grisácea afuera. El viento levanta un poco la pared de mi casa y con mis ojos aún miopes alcanzo a ver manchas blancas afuera. No lo creo. Me pongo los lentes y confirmo que las manchas son de nieve. Inmediatamente pienso en Keanu. Le hablo y me responde diciéndome que hay que salir pronto de ahí, que él y todas sus cosas están mojados y que tiene mucho frío. Así que empacamos lo más rápido que nos permiten nuestras manos frías, todo así mojado y enlodado, y concordamos rodar al pueblo llamado Mexican Hat y meternos en un hotel.

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Aún bajo una ligera lluvia avanzamos con gorros y guantes de lana puestos. El camino es un pavimentado que sube y baja todo el tiempo, y unos 40 km después llegamos a un letrero que anuncia terracería y bajada con 10% de inclinación. Bajar por Moki Dugway y la vista del valle que nos ofrece nos levanta el ánimo, además de que Mexican Hat ya está más cerca. Cubrimos los últimos 20 km por una carretera que cruza los paisajes más icónicos de Utah, nos detenemos unos minutos para observar la piedra que le da nombre al lugar, y llegamos al pueblo, que consiste en una gasolinera, un par de restaurantes, y como tres hoteles. En la gasolinera compramos una soda para levantar el azúcar y preguntamos por el hotel más barato, y nos indican uno un par de kilómetros más adelante, el San Juan Inn.

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En la recepción nos atiende un hombre muy amable quien incluso me permite tomar prestado uno de los libros que venden ahí, “The Navajo Wars”. Nos metemos al cuarto y por fin podemos quitarnos las ropas mojadas, calentarnos, y distraer la mente con South Park.

Después de bañarme, lavar mi equipo de acampar y vaciar mis mochilas para poner todo a secar, paso el resto de la tarde y gran parte de la noche viendo varios mapas simultáneamente tratando de averiguar a dónde ir de aquí, mientras Keanu resuelve lo de sus cámaras extra: sea donde sea que vayamos, lo más probable es que la siguiente tienda de bicis esté a días de distancia así que no podemos salir de aquí sin ellas. Una vez más, Keanu se pone en contacto con Dustin en Monticello para ver si le puede enviar lo que necesita, pero por la hora ya no alcanza a mandarlo y tendrá que esperar hasta mañana.

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La noche transcurre y yo sigo averiguando a dónde ir, lo que queda claro es que hay que moverse al sur porque el invierno ya nos dio una primera advertencia. La ruta fácil, como siempre, sería tomar la carretera hacia el oeste que después baja a Flagstaff, pero nada de la carretera me parece atractivo, en particular el tráfico. Mi otra opción: bajar al sur y adentrarme en “la reservación”, la Nación Navajo. Mis búsquedas en internet arrojan respuestas confusas: algunas personas dicen que es peligroso, hablando de la abundancia de drogas y la ausencia de autoridad (me suena familiar), y otras personas se ofenden porque las anteriores dijeron que es peligroso (también me suena familiar). Tampoco logro encontrar reportes de alguien cruzando la zona como viajero, ni en bici ni en ningún otro vehículo, así que me veo entre decidir por lo muy conocido (la carretera) o lo muy desconocido (al menos hasta donde yo sé).

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A la hora de cenar bajo al restaurante del hotel donde un muchacho me pregunta sobre mi ir y venir. Le confieso mi preocupación respecto al entrar a la Reservación y me dice que él es Navajo y que no cree que vaya a pasarme algo malo si voy, pero que no espere hospitalidad porque los Navajo suelen ser muy serios y poco extrovertidos. Después de la conversación con él me siento más en confianza de seguir adelante con mi plan así que al volver al cuarto, con ayuda de mi amigo David en California termino por afinar una ruta que se adentra en la Nación Navajo hacia el sur hasta un lugar llamado Pinon, para luego girar hacia el oeste hacia Tuba city y volver a los EEUU gringos, una ruta que parece ser mayormente de terracería, parece que nos tomará unos 4 días, y parece que en Pinon hay un mercado donde podemos reabastecernos. Cerca de las 3 am me quedo dormido viendo caricaturas para distraer la mente de tanta confusión, de un día que empezó mal y acabó bien, y de la emoción de entrar a terreno desconocido.


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