Esta historia es continuación inmediata de la
anterior, que puedes encontrar en: Houston, tenemos un problema
*Nota: he cambiado nombres de algunas de las personas incluidas en esta historia.
Jueves 16 de octubre 2018
La mañana empieza con la incertidumbre de saber si
Dustin podrá hacer llegar las cámaras para Keanu hoy mismo o si habrá que
esperar. Dustin, como siempre, nos comunica buenas noticias: cuando fue a la
oficina de correos se encontró a una prima suya quien al enterarse de la
situación decidió ser ella la mensajera. No sé si tenía ganas de manejar o cuál
fue su motivo, el caso es que un par de horas después apareció frente a la
puerta de nuestro cuarto de hotel con una caja con tres cámaras, una botella de
sellador y una lona que ayudaría a prevenir que Keanu tuviera otra noche como
la de anoche. Keanu le ofrece dinero para gasolina pero ella dice que con un café
le basta, nos toma una foto y se va. Ruth, otra ángel del camino.
Con nuestras bicis ya listas voy a recepción a
entregar la llave y el libro prestado (que ni leí, por supuesto) y empezamos
nuestro andar hacia la Nación Navajo. Tomamos la carretera principal por unos
minutos pero luego nos desviamos hacia la izquierda y muy pronto llegamos a lo
que se convertiría en un patrón por los siguientes días: caminos de tierra
compactada que hacen el andar más fácil de lo que yo esperaba, cúmulos de casas
que aparecen en medio de la nada, y el eventual transitar de una troca que nos
saluda al pasar.
Quizá antes de continuar deba dar un poco de contexto
sobre el lugar al cual estoy a punto de entrar. Los Navajo son actualmente el
segundo grupo nativo más grande en los EUA, y la mayor parte de ellos viven
dentro de la Reservación Navajo, la más grande del país, ubicada en el este de
Arizona y Utah y oeste de Nuevo México. Su idioma nativo, el Navajo, sigue
siendo dominante en la región, pero la mayoría también habla inglés. Para no
hacer de esto una tesis (internéts tiene muchos recursos al respecto) los
Navajo fueron, para no sorpresa de nadie, tratados horriblemente por el
gobierno de EEUU durante mucho tiempo, incluyendo esclavitud, caminatas
forzadas para “reubicarlos” (como a los Yaquis en México), minería de uranio y
campañas de abierto exterminio en un estado de guerra contra el ejército
estadunidense. Por esto, no es sorpresa que la gente blanca de hoy en día la
piense dos veces para adentrarse en las Reservaciones tanto de los Navajo como
de otros grupos nativos esparcidas a lo largo del país, donde aún hoy le pasan
cosas a personas que entraron a un lugar donde no debían. Y esta es, imagino,
una de las razones por las cuales no encontré información sobre el viajar por
territorio Navajo. Porque, pues, simplemente no se hace.
Con toda esta información zumbando como mosquitos
dentro de mi cabeza, rodamos las primeras dos horas en un silencio acordado no
con palabras, sino por la imponencia del desierto que nos rodea y el hecho de
estar rodando hacia tierras desconocidas y rodeadas de información confusa. En
el horizonte a nuestra derecha podemos ver la silueta de Monument Valley, uno
de los paisajes más icónicos de Utah. Pedaleamos entre rocas del tamaño de edificios
de varios pisos forjadas por millones de años de erosión y asimilando la sensación
de insignificancia que ello me hace sentir.
Eventualmente cruzamos una línea en el GPS que indica
que hemos salido de Utah para entrar a Arizona, y aunque nada en el camino
señale algún tipo de división nosotros lo conmemoramos con un high five. Casi
al final del día aparece pavimento y hacemos un último esfuerzo para llegar a
Dennehotso, aunque no sé para qué si igual no conocemos a nadie ahí ni sabemos
nada del lugar. Llegando al pueblo una troquita se detiene y un señor sonriente
nos pregunta de dónde venimos, y aprovechamos para preguntare por un lugar para
acampar. Tras dudar un poco el señor nos señala a una casa y nos dice que las
personas de ahí son los dueños de la iglesia y que quizá puedan hacer algo por
nosotros. Al llegar a la casa nos recibe April quien tras oír nuestra historia
nos pone en el teléfono con Charlene. Keanu le explica lo que buscamos, luego
devuelve el teléfono a April y después de unos minutos vuelve con una llave y
nos dice que la sigamos. Nos abre la puerta de la iglesia y nos dice que
pasemos contoy bicis y que nos acomodemos mientras ella va a cortar leña para
la estufa. Yo le digo que no hace falta, que con ponernos fuera del viento ya
ha hecho suficiente y que aparte traemos una estufa de gas para cocinar. Nos da
las buenas noches y cierra la puerta al irse, dejándonos contentos de no tener
que pasar al aire libre una noche con vientos helados.
Viernes 17 de octubre 2018
En la mañana mientras estamos en nuestra rutina de
empacar/desayunar, entra un hombre con finta de tener prisa; nos saluda y nos
pregunta qué tal dormimos, luego nos pide que cerremos con seguro al salir y
que nos vaya bien. Un rato después y haciendo lo que nos pidió nos despedimos
del espacio que fue nuestra casa por una noche y remontamos el camino. La
terracería empieza en cuanto salimos de Dennehotso y nos encontramos rodando
por un camino rodeado de dunas de arena color amarillo rojizo. Keanu comenta
que son las primeras dunas que ve en su vida. El rodar es fácil por lo
compactado de la tierra, y más adelante un letrero nos explica que este camino
es mantenido para uso del camión escolar, “use bajo su propio riesgo”.
Casas aparecen de nuevo en lugares inesperados, y a
veces un pozo de agua para ganado. Las vacas son la población más abundante, pero
también hay pequeños grupos de caballos y dos burros que no se separan uno del
otro. Algunas horas después aparece un camino pavimentado que nos lleva a un
pequeño poblado llamado Rough Rock. No veo a nadie afuera y si no fuera por un
par de carros en movimiento casi podría decirse que el pueblo está vacío. La
línea en mi mapa señala directo a la montaña detrás de Rough Rock, indicando
que es hora de poner las piernas a trabajar. Me pongo los audífonos y comienzo
el ascenso dejando a Keanu atrás, dispuesto a disfrutar esta subida al máximo.
En las partes más inclinadas y cortas siento ganas de pedalear parado sobre los
pedales y al principio me contengo, pensando en que debo guardar piernas para
más tarde, pero no pasa mucho tiempo para que la emoción me gane y me veo
pedaleando cuesta arriba con todas mis fuerzas, total, que tiempo para
descansar ya habrá después.
Pinos aparecen de nuevo contrastando con las dunas que
pasé hace rato, y más pronto de lo que pienso llego a un tramo plano y al ver
el mapa veo que la subida ha terminado y empieza la bajada. Aunque muero de
ganas por continuar decido esperar a Keanu, distrayendo la ansiedad con música
y tomándole fotos a mi bici. Media hora después aparece él y sin darle tiempo a
nada monto mi bici y le digo “De aquí todo es bajada, ¡vámonos!”, y empiezo a
avanzar. El descenso es una línea más o menos recta que atraviesa granjas
dispersas, y el terreno a ratos sacude mi bici y rodo lo que traigo en ella pero
yo la obligo a no desacelerar y pasarle por encima a lo corrugado del camino,
total que para eso me la dieron. Perros pastores me ladran al verme pasar
gritándome que ni se me ocurra acercarme a sus ovejas. Yo sigo sorprendido de
lo diferente que es esta zona de la Reservación comparado a la que iniciamos
esta mañana, donde todo era arena, hasta que llego al pavimento y esto me saca
del trance en el que estaba. Me hago a un lado del camino para esperar a Keanu
mientras me doy cuenta de que ya está siendo hora de buscar dónde acampar.
Quince minutos después aparece mi amigo y le sugiero tomar un camino que lleva
detrás de un cerrito para pasar la noche. Pronto encontramos un lugar protegido
del viento y con mucha leña en el suelo alrededor, prendemos un fuego y
mientras la cena está lista cada quién hace su tendido. La noche está tranquila
y el cielo limpio, así que sólo tiro mi sleeping en el suelo y me ahorro armar
la casa de acampar. Nos hacemos una abundante cena con la expectativa de que
mañana llegaremos a un lugar con mercado, y después nos vamos a dormir con las
estrellas sobre nuestros rostros.
Sábado 18 de octubre 2018
En la mañana repetimos lo abundante en el desayuno y
comenzamos nuestro andar por una carretera angosta pero con poco tráfico y
conductores respetuosos. Un carro se detiene y quien creo son madre e hija se
asoman por las ventanas y nos saludan, luego la hija se baja del carro y viene
hacia nosotros con dos botellas de agua. Desde la distancia la mamá pregunta
sobre nuestro ir y venir y yo le respondo en voz muy alta para que me alcance a
escuchar, hasta que unos segundos después caigo en cuenta que no tengo por qué
estar gritando y me acerco a la ventana de su carro. La mamá cuenta que su papá
anda mucho en bici y que ella acaba de terminar su trote matutino así que saben
de eso de tener sed. Señala hacia una casa gris en la distancia y dice que la
próxima vez que pasemos por ahí nos sintamos libres de ir a tocar la puerta, y
después de darle las gracias ellas siguen con su camino.
Mientras avanzamos noto que la vegetación va
desapareciendo dando paso a tierra y arbustos chaparritos, y poco después de
mediodía llegamos a la ciudad llamada Pinon y vamos al supermercado local, que
está lleno de gente entrando y saliendo. Nosotros nos dejamos seducir por la
pizza local y sus promociones, y después vamos al mercado a reabastecer
nuestras mochilas. Cuando vamos a pagar el cajero nos pregunta inmediatamente
de dónde somos (así de claro está que no somos locales) y se muestra interesado
en el proyecto. Ya estando nosotros afuera, mientras buscábamos dónde poner
tanta comida que compramos sale el mismo cajero y nos ofrece un taco navajo,
que es como una pizza chiquita y que tampoco sabemos dónde acomodar. Varias
personas se acercan y nos preguntan cosas y nos dan sus buenos deseos, luego
salen dos mujeres que, después de hacernos las mismas preguntas, una de ellas,
con playera del departamento de bomberos, nos dice que nos conviene estar lejos
de ahí para cuando oscurezca porque es cuando salen los gángsters y que de
hecho tenemos suerte de estar sentados donde estamos. “Además, aquí no hay
sheriff para protegerlos”, agrega. Me pregunta hacia dónde vamos y al enterarse
de la ruta nos dice que estaremos bien cuando lleguemos al lado Hopi de la
Reservación. El grupo nativo Hopi vive en un área contenida completamente
dentro de la Reservación Navajo, y el límite geográfico está a unos 15 km de
aquí. No siento que lo diga con mala
intención, se nota que lo dice por nuestro bien, y nosotros les agradecemos por
la información. Dejamos de tontear tanto para concentrarnos mejor en empacar, y
como a las 4 pm retomamos el camino.
Rodamos primero por un camino arenoso que se opone a
que nos alejemos de Pinon a la velocidad a la que nos gustaría, pero pronto se
compone y avanzamos a un ritmo más estable. La tierra se acaba y aparece el
pavimento, pasamos por una escuela llamada Hard Rock que es la señal de que ya
estamos en territorio Hopi, y justo antes del atardecer tomamos un caminito a
la derecha que se pierde entre pinos no tan altos pero lo suficiente para
escondernos de ser vistos. Hacemos la fogata más grande de todo el viaje,
recalentamos la pizza que todavía nos queda de mediodía, y con un cielo limpio
de nubes nos ahorramos el armar las casas y nos tiramos en el suelo “a cappella”.
Domingo 19 de octubre 2018
La mañana empieza con el ritual silencioso de
reencender la fogata y hacer desayuno. Retomamos el camino y no mucho después
llegamos a una pequeña tienda, donde compro algunos dulces y uso el baño. La
mujer que nos atiende nos pregunta a dónde vamos y al oír nuestra respuesta nos
dice que ese camino lo cerraron pero que los locales hicieron brecha por
alrededor del cerco. Al llegar vemos que la lluvia abrió una zanja y
efectivamente hay un letrero de “Camino cerrado” pero hay un camino que le saca
la vuelta y por ahí nos vamos. Más adelante una troca que viene en dirección
opuesta se detiene y nos hace señas y también nos detenemos. Un hombre y dos
niños nos saludan y el hombre nos dice que más adelante hay un grupo de vacas
que son de su hermano, y que entre las vacas hay dos toros y que tengamos
cuidado porque podrían atacarnos.
En mis viajes en bici me han advertido de muchas cosas
(mayormente personas advirtiéndome de otras personas) pero jamás me habían
advertido sobre un toro, así que le pregunto al señor qué es lo más adecuado
por hacer. El señor me responde con un “Haul ass!” que es el equivalente inglés
a “¡Dale en chinga!”, y agrega que no los vió cuando pasó por lo cual
probablemente estén acostados.
Así que, después de darle gracias por el aviso,
empiezo a andar dispuesto a hacer un sprint hasta zona segura, y le digo a
Keanu que se mantenga cerca. Agarro velocidad y llego a la zona donde están las
vacas, algunas me voltean a ver mientras yo busco algo con cuernos que tenga
finta amenazante. No lo veo pero algo me dice que para cuando lo vea ya será
demasiado tarde así que me paro en los pedales y acelero, y luego volteo para
ver dónde está Keanu, y descubro que se ha quedado muy atrás. Ahora mi miedo es
que me vean pasar a mí y lo ataquen a él, pero afortunadamente nadie apunta sus
cuernos hacia nosotros y llegamos a zona segura, la carretera. Giramos hacia la
derecha con rumbo noroeste sobre una carretera súper angosta que no me inspira
confianza, y le explico a Keanu que la forma más segura de rodar aquí es los dos
pegados uno tras del otro, para que los carros sólo tengan que rebasarnos una
vez a ambos, en vez de primero a uno y luego al otro. Lo echo adelante para
irme a su ritmo y después tomo mi turno enfrente para romper el aire, pero Keanu
empieza a quedarse atrás y yo desacelero para que me alcance; es mejor que
ruede detrás de mí porque necesita menos esfuerzo. Sin embargo no logro
encontrar un ritmo al cual pueda mantenerse y estoy volteando para atrás a cada
rato para ver dónde viene.
Un carro nos rebasa sin esperar a que otro pase, casi
rozándonos los codos, y es cuando reviento: digo en voz alta que no pienso
pasar todo el día en esa carretera y acelero hasta llegar a mi ritmo normal y
me enfoco sólo en mi propio pedalear. Estoy a 60 km de Tuba city y quiero
llegar ahí antes de las 4 pm porque tengo que resolver el asunto de dónde pasar
la noche. Los kilómetros van pasando mientras mis piernas no dejan de girar los
pedales y de vez en cuando me echo a la boca uno de los dulces que compré en la
mañana. La voz que me dice que guarde piernas para después vuelve a aparecer,
pero la silencio poniéndome los audífonos. Me siento bien, mi respiración está
tranquila, y con la música sonando en mis oídos ahora siento que podría
pedalear por el resto de mi vida sin parar. En ese estado de euforia, un par de
horas después llego a los últimos 10 km antes de Tuba y alcanzo a ver la ciudad
desde la distancia. Una bajada a 65 km/h y luego una última subida, y de
repente me encuentro rodeado de casas. Me voy a la primera gasolinera que veo,
desmonto la bici, y me pongo a caminar en círculos para desfogar la energía
sobrante. Ya más tranquilo prendo mi celular y le mando mensaje a Keanu para
decirle dónde estoy.
Mientras aprovecho que tengo señal para reportarme con
mi familia, sale un empleado de la tienda y me saluda, señala mi panel solar y
platicamos sobre paneles solares. Antes de que se vaya a continuar con su
jornada le pregunto cómo se llama, y me dice “Terry” mientras señala a una
plaquita en su playera que tiene su nombre. Le doy el mío y se va, y rato
después vuelve y me dice “Mete esto en tu mochila, te va a servir si llueve”,
mientras me extiende un rollo de bolsas negras. Lo tomo, le doy las gracias y
le pregunto por algún lugar para acampar. Terry se queda pensando por un
momento y luego me dice que podría mandarme a tal o cual lugar pero que todos los
campgrounds en la ciudad son invadidos por borrachos durante la noche y se
roban cosas, así que mejor debería irme a su casa y que puedo acampar en su
patio. Le menciono que estoy esperando a un amigo y me dice que los dos somos
bienvenidos y me da instrucciones de cómo llegar, aunque primero debe avisarle
a su esposa. En ese mismo momento saca su celular, le llama y escucho la
conversación porque la pone en altavoz. Cuando cuelga, a pesar de haber
escuchado todo, todavía le pregunto si su esposa está de acuerdo y me dice que
sí, que no es la primera vez que han hospedado a transeúntes.
Keanu aparece una hora después, estoy contento de
verlo y le explico lo que acaba de pasar. Terry aparece diciendo “Por fin te
alcanzó tu amigo”, los presento y luego Keanu y yo nos vamos a buscar dónde
comer.
Más tarde vamos a casa de Terry aunque él estará
trabajando hasta las 9 pm, pero su esposa, Carolee, nos recibe y nos indica un
lugar bajo un árbol de duraznos donde hacemos nuestro tendido, pero esta vez
con techo, porque se supone que va a llover y las nubes en la distancia parecen
confirmar el pronóstico. Mi plan original de esperar despierto hasta que Terry
volviera se ve saboteado por un ataque repentino de sueño y me voy a dormir
todavía pensando en lo sucedido durante el día y en lo agradecido de estar
donde estoy.
Lunes 20 de octubre 2018
Me despierto varias veces durante la noche, primero
por la lluvia, luego por un perro husmeando alrededor de mi casa, luego por
algo que soñé. A la tercera noto que el sol está por salir así que ya no
intento volver a dormir y salgo a hacer pipí. Terry está sentado frente a la
puerta del patio con una taza humeante en la mano y le doy los buenos días, él
me responde señalando a la lona bajo la que todavía duerme Keanu y me dice “Tu
amigo necesita una casa de campaña”. Me ofrece una taza de café que yo acepto
con gusto, y Terry me platica cosas sobre su vida. Keanu sale de su tendido y
toma su respectiva taza, uniéndose a la conversación. No mucho después se une
otro personaje a la escena: Henry, amigo de Terry y Carolee quien, al igual que
ella, es nativo Hopi. “Hopi” es la versión cortita de “Hopituh Shi-un-mu”, que
es como se llaman a sí mismos, y que significa “la gente pacífica”, nombre que
se dieron como una manera de poner contraste entre su grupo y los grupos
nativos vecinos que eran principalmente conocidos por su afición a la
confrontación. Ser Hopi implica seguir este concepto que consiste en un estado
de reverencia y respeto por todas las cosas.
Henry tiene piel morena, cabello negro y largo, y una
camiseta con el famoso logo de Adidas pero en vez de decir “adidas” dice
“Native”. Henry, atraído inicialmente por la presencia de bicis en el patio
vecino, toma las riendas de la conversación contándonos sobre su vida personal
y la vida dentro de la Reservación, ambas fuertemente marcadas por la pobreza y
el consumo de alcohol y drogas. Desde hace tiempo él se encuentra mejor, no sin
antes haber tocado fondo parado a la orilla de un puente en Los Ángeles,
dispuesto a saltar. Cuando, por la razón que sea, decidió bajarse y hacer algo
por su vida, Henry fue a casa de su mamá y le pidió dinero para comprar un
boleto de camión y devolverse a la Reservación y así alejarse del mundo de
crack en el que se había metido. Su mamá no confió en darle el dinero, así que
lo acompañó a la central, le compró el boleto y se aseguró de que se subiera al
camión.
Para relajar la conversación Henry nos pregunta sobre
nuestras bicis y habla sobre las bicis que ha tenido, y cuando se entera de que
la bici de Keanu tiene descompuesto el freno delantero ofrece llevarlo a un
lugar de un conocido de él donde hay muchas bicis y donde seguramente podríamos
encontrar la refacción que necesitamos. El detalle, agrega él, es que ahí es a
donde van a parar las bicis robadas en la región, además que es punto de
distribución de metanfetamina; al enterarnos de esta información, nuestro
entusiasmo inicial se apaga y mejor optamos por buscar otra solución.
Henry se despide y parte a sus actividades del día, y
luego Terry trae de dentro de su casa una figurita de madera, un muñeco de la
tradición Hopi llamada “kachina”, que está tallado con tal detalle que hasta
tiene el relieve en las plumas que lleva en la cabeza. Cuando le pregunto quién
lo hizo, Terry me dice, “Esto es lo que hace Henry. Cuando está sobrio…”
Terry pasa a hablar de sus propios pasatiempos y nos
muestra varios cuchillos que él mismo ha hecho. Después toma uno y me lo pone
entre las manos. Yo lo examino; funda de piel hecha a la medida, mango de
cornamenta de venado, y hoja corta pero muy afilada. Después se lo extiendo
para devolvérselo y me dice que es para mí. Fracaso en mi intento de no reaccionar
efusivamente y le agradezco dos o tres veces, pensando en cualquier pretexto
para estrenar mi cuchillo.
El día pasa entre conversaciones y moverle a la bici
de Keanu para ver si podemos arreglar su freno delantero porque el disco está
un poco doblado, lo suficiente para frenarlo, pero no lo logramos y Keanu
decide simplemente quitarlo y confiar sólo en su freno trasero.
Mientras el día no sabe si estar soleado o llover así
que hace ambas cosas al mismo tiempo, me pongo en contacto con dos ciclistas
que vi en internet que andaban cerca, y quedamos de acuerdo para rodar juntos a
partir de mañana los dos días que toma ir de Tuba City al Grand Canyon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario